Como amantes del Arte en todas sus manifestaciones reivindicamos el pleno respeto por las libertades individuales, pues somos conscientes de que sólo sin censuras y temores de ninguna naturaleza el Arte se expresa plenamente. Sin ataduras, sin atajos, sin sombras que oblicuamente se metan en sus intersticios, el Arte alcanza su ideal de belleza al promover el conocimiento, la diversidad, las contradicciones, entre otras características propias de la vida del hombre en sociedad.

martes, 18 de septiembre de 2012

Tiempos de cambio: comentarios.

Por Raúl Amado.


El viernes 14 de septiembre asistimos a la función de la obra “Tiempos de cambio”, escrita y dirigida por Guido Inaui Vega en el Centro Cultural El Túnel (Bonpland 2050, Palermo, Ciudad de Buenos Aires. http://www.cceltunel.com.ar/). Éste es un lugar amplio y cálido. Su ambiente es íntimo y amigable. El espacio teatral consta de un escenario en altura, con una boca de escena generosa y con 60 butacas. Las funciones de Tiempos de cambio tienen lugar los viernes a las 21 hs.
Se trata de una obra que sale de lo común en el teatro off. Un texto crítico de la realidad política y social perfectamente construido.  La acción no está situada en ningún país determinado aunque las reminiscencias a América Latina en general y a la Argentina en particular son claras y evidentes.
El día en que fuimos el actor Ivan Oggianu estaba enfermo, por lo que el papel de Norberto fue representado por el mismo autor. La obra cuenta con cinco personajes en escena. El primero de ellos es  Norberto (Iván Oggianu – Guido Inaui Vega), un viejo líder que comienza a sentir la presión de un amplio sector popular carente de un dirigente propio. Por esa razón canaliza el descontento por medio de un proyecto de unión en vistas del interés general. Rodeado de aduladores, con la prensa adicta o amordazada, Norberto desea perpetuarse en el gobierno por medio de un artilugio bien conocido en la historia latinoamericana: colocar a un sucesor en apariencia opositor, pero que en realidad es un mero títere.
Ese opositor que Norberto intenta moldear y controlar no es otro que Luciano (Matías Martulli), un homus novi que pronto se desencanta de Norberto y decide no apegarse a los límites que éste le impone. Él decide romper con la obsecuencia y el temor, aun de los opositores consolidados, y escuchar a los relegados, a aquellos que realmente piden una transformación. Luciano se convierte rápidamente en el interlocutor de aquellos que son acallados aun cuando a los gritos piden al gobierno un retorno a la política en el sentido de la búsqueda del bien común, algo que para Norberto no es un fin sino una impostura estratégica.
Junto  a estos dos hombres están las tres secretarias. Lo más destacado de estos tres personajes,  en apariencia, secundarios, es que no son lineales, tampoco son alegorías ni metáforas: se trata de seres con una doble faz que ante situaciones extremas muestran su verdadero rostro.
Julia (María Agustina Mirás) es en apariencia la mano derecha de Norberto. Enérgica, violenta y no se esfuerza en demostrar el desdén que siente por hacia Gracielita (Natalia Lisotto), a la que considera poco menos que una débil mental. El personaje está perfectamente caracterizado como aquellas empleadas cuya lealtad es incondicional con su jefe. Sin embargo, mientras avanza la trama se revela que no es la más inteligente de todas. Evelyn (Camila Peralta) se trata del personaje más contradictorio. En ella estallan los conflictos ¿Qué hacer ante la aparición de Luciano? ¿A quien debe realmente lealtad?  Evelyn  muestra una actitud de pasividad y eficiencia, no tiene la energía de Julia (María Agustina Mirás) ni la verborragia o el aparente candor de Gracielita (Natalia Lisotto), sino la sinceridad y la eficiencia de la acción y  lleva al desenlace de la obra.
Gracielita (Natalia Lisotto) es un personaje que, bajo una aparente inocencia esconde una faz terrible, la misma que duda en como comunicarse con los medios de prensa no teme en ordenar que se ejecute la orden de la cruel represión que terminará en un baño de sangre.  Al comienzo del drama parece que estamos ante la típica oficinista ineficiente pero bonita y jovial, que ofrece galletitas, sonríe, hace comentarios que sacan de quicio a sus compañeros y reconoce los límites de su competencia. Avanzada la trama, durante el enfrentamiento con Evelyn descubrimos algo diferente: detrás de su impostura jovial se esconden su oportunismo, su crueldad y su habilidad.
La puesta en escena y la caracterización lograda por los actores son notables, lo mismo que el vestuario, sobrio y medido. La escenografía muy completa y eficiente. En cuanto a la iluminación, seguía las escenas, creaba ambientes especiales y dirigía las miradas del público. La dicción y el volumen de los actores, fue excelente. En medio de la protesta (con ruido de cacerolas incluido) se hicieron escuchar perfectamente. Actuar no es sólo saber decir y comprender lo que se está diciendo sino también saber moverse  en escena, mantener una postura y saber mirar, expresar con el rostro y el cuerpo… algo que el elenco tuvo muy en cuenta y por ello se destacó.
Tiempos de cambio es una obra pesimista, que explora los temores, tanto de los tiranos como de aquellos que, por temor, prefieren lo ya constituido antes que dar el salto que puede transformarlo todo.